17/8/10

Recuerdos de lecturas: Martelli; El Cabeza

  Estas no son reseñas de libros, sino recuerdos de lecturas. Han sido escritos en mesas de bares, sin un soporte electrónico enfrente ni una biblioteca cercana. Cualquier corrección, comentario o sugerencia serán bien considerados.

   Hace unos días me contaron que Juan Carlos Martelli, antes de morir, dejó por escrito un pedido: que sus restos fueran hechos cenizas y que esas cenizas, antes de ser guardadas, fueran rociadas con whisky.
   No sé mucho sobre la vida de Martelli como para afirmar que esa ceremonia haya sido la más acertada para despedirlo, pero sí, sin dudas, que era la que en la ficción se hubiera merecido el protagonista de su novela “El Cabeza”.
   Veinticinco años le ha llevado a El Cabeza convertirse en un mito: trafica libremente desde alpiste hasta heroína por la mitad de las rutas del país, ha logrado ser temido por sus adversarios y para sus aliados su palabra vale más que la de Dios. Pero Martelli no le da importancia a esta historia, sino que la usa para mostrarnos la confusión de su personaje ante el cambio de paradigma en la forma de delinquir.
   El Cabeza es traicionado por alguien a quien aprecia y respeta (lo que lo obliga a declarar una guerra para la que se siente cansado), no logra controlar la avaricia de sus segundos ante los excelentes beneficios de la venta de armas a las nuevas guerrillas latinoamericanas y lo incomoda la penetración extranjera en sus dominios. Para colmo de males, se enamora, y ese amor lo hace soñar con el retiro. Y, como todos sabemos, a los jefes no se les permite retirarse. Apenas se les nota este anhelo se les desprecia; a veces, hasta se les mata.
   Violenta y poética, la prosa de Martelli lo trata así:
   "Vendrá, pero el que lo espera será un tipo solitario, tirando a viejo y gordo; contento de estar en estado; más sólo que un perro, obligado a traicionar para sobrevivir. Se estila. Es el estilo de los jefes. No merece esta noche perfecta, la adrenalina, el miedo, el odio, el estado de acecho; no merece este lujo de animal salvaje; estas garras que le crecen; la alegría. Es un burócrata que pide momentos de gracia". 

No hay comentarios: