28/7/10

Librería Bau (del aire); historia I

BREVE CATÁLOGO ILUSTRADO DE LIBROS PERDIDOS
-HISTORIAS CONTADAS POR EL BIBLIÓFILO HANS STAUFFENBERG EN SUS VISITAS A LA LIBRERÍA BAU (DEL AIRE) EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XXI-

   
   Debo confesar que la presencia del señor Stauffenberg en mi librería me provoca una repulsión que nunca antes había sentido por otro ser vivo.
   En realidad, aun hoy, tras ocho meses de verlo asomarse entre los libros de la vidriera al menos dos veces por mes, no puedo reprimir un gesto de desprecio ante sus ojos de reptil con cataratas, ante las serpientes labradas en su bastón, ante la lujuria con que, al entrar, su cuerpo envolverá los viejos ejemplares en busca de esas señas que los hacen únicos.
   Hay noches en que lo sueño en su biblioteca, sudando azufre y riéndose de mi ignorancia, acariciando un volumen codiciado por todos los bibliófilos del mundo y adquirido aquí, en mi librería, a precio de oferta. Pero lo soporto. Apenas me dedica su entrecortado “Buenas tardes” escondo la verdad detrás de una máscara de fría cortesía y, a veces, hasta le sonrío.
Porque cuando el señor Staunfferberg llega con ganas de hablar, deja en mi recuerdo historias como esta:


   Seguramente aquí, en este negocio donde se comercializan libros comprados en velorios, no encontraré ningún ejemplar de la editorial Aldina, perteneciente al honorable Aldo Manuzio.
   De lo que le estoy hablando es de impresiones realizadas en Venecia en la primera década del siglo XVI. Manuzio inventó el tipo de letra conocido como itálico, publicó una centena de obras de autores griegos clásicos y, además, tuvo tiempo de difundir textos herméticos.
   Hacia 1505 Manuzio recibió un encargo especial. La familia Fugger, banqueros de los Habsburgos, le solicitaron un ejemplar de Picatrix y uno de La Tabla Esmeralda, en alemán, presumiblemente a pedido del mismísimo emperador germánico, Maximiliano I.
   Durante 450 años no se supo nada de aquellos libros. Pero en 1960 La Tabla Esmeralda y el Picatrix solicitados por los Fugger se subastaron silenciosamente en Nueva York. Se pagaron por ellos ciento veinticinco mil dólares. Gracias a unos amigos pude averiguar quien los entregó en subasta. Era un compatriota mío, un ex SS refugiado en el Brasil. Viajé. Logré entrevistarlo. Se negó a decirme como había conseguido los libros. También se negó a darme los datos del comprador.
   Hace algunos días me llegó una fría esquela con la noticia de la muerte de mi compatriota y una carta de su autoría en la que me cuenta como había rescatado los libros de la última guarida de Adolf Hitler y Eva Braun, antes del presunto suicidio y las llamas.
   Allí, a manera de posdata, me revela el nombre del supuesto comprador. Usted ni se imagina las personas que según esta carta aún siguen vivas.

imagen: patyheide.blogspot.com

25/7/10

Recuerdos de lecturas: Eco; La misteriosa llama de la reina Loana

  Estas no son reseñas de libros, sino recuerdos de lecturas. Han sido escritos en mesas de bares, sin un soporte electrónico enfrente ni una biblioteca cercana. Cualquier corrección, comentario o sugerencia serán bien considerados.

    En uno de los capítulos de la sexta temporada de la serie “Lost”, Sun-Hwa Kwon se golpea la cabeza contra un árbol y se desmaya. Cuando recupera el conocimiento, ha perdido la facultad de hablar el inglés (aunque lo entiende y lo escribe) y sólo puede comunicarse en coreano. Giambattista Bodoni, murmuré, ya que en ese momento recordé al amnésico en el que se centra la novela de Umberto Eco, “La misteriosa llama de la reina Loana”.
   Pero a diferencia de Sun, Bodoni, alias Yambo, lo que pierde es la memoria explícita episódica o autobiográfica, la más ligada a las emociones, la que relaciona el presente con el pasado. O sea: sabe cepillarse los dientes, recuerda párrafos enteros de los libros que ha leído y reconoce las señas de los incunables que hay en los estantes de su librería de anticuario, pero no logra recordar nada que se vincule a sus afectos.
   A partir de tener un incidente autobiográfico al observar la cubierta de una historieta de Mickey Mouse, su neurólogo y su esposa lo convencen de que abandone Milán y se recluya un tiempo en el viejo caserón de las colinas piamontesas en el que pasó algunos años de su infancia, donde conserva sus primeros libros, revistas, discos y afiches de películas. A partir de allí, se desarrolla, en mí opinión, la mejor ficción de Eco.
   Bodoni comienza a recuperar lo que le falta de memoria utilizando aquellos indicios desconocidos como elementos a interpretar. Entonces, de a poco, comienza a tener un pasado, pero un pasado posible entre infinitos senderos que se bifurcan, situación que lo desplaza a otra búsqueda: la de una identidad.
   Y para finalizar, el comienzo:
   -¿Y usted cómo se llama?
   -Espere, lo tengo en la punta de la lengua.
   Todo empezó así. 




Editorial Lumen
imagen: lacasadeasterion.blogspot.com

Recuerdos de lecturas: Gironella; trilogía de la Guerra Civil en España

   Estas no son reseñas de libros, sino recuerdos de lecturas. Han sido escritos en mesas de bares, sin un soporte electrónico enfrente ni una biblioteca cercana. Cualquier corrección, comentario o sugerencia serán bien considerados.

   Ayer me comentaron que Vargas Llosa opinó que la trilogía Millennium de Steig Larsson estaba muy mal escrita, pero que no podía dejar de leerla. Son un misterio esos libros en los que avanzamos dudando de la forma, pero que a cada página nos enamora un poco más su contenido. Hace años me sucedió algo similar con la trilogía sobre la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra en España de José María Gironella, de la que su primera parte, “Los cipreses creen en Dios”, es la novela española más leída del siglo XX, creo.
   Todos los estratos sociales de la época tienen su correspondencia en alguno de sus personajes y están allí presentes todos sus conflictos. Gironella logra que vivamos con los pies sobre la tierra lo que los libros de historia nos muestran desde un planeador. Este soldado de Franco que logró despojarse de sentimientos y convicciones para tratar derechas e izquierdas con la misma pasión, tuvo como objetivo narrar aquellos acontecimientos desde la excusa de la ficción. No quiso que estos sean libros lindos, sino libros que estuvieran vivos. Y lo logró.
   La trilogía se completa con “Un millón de muertos” y “Ha estallado la paz”. “Los hombres lloran solos” es, para algunos, la última parte de esta obra, pero en realidad es la primera de una segunda trilogía trunca.
   Para finalizar, les dejo unas líneas de diálogo entre un socialista que pregunta y un comunista que contesta:
   "-¿Tú te mueves por amor o por odio?
   -Por disciplina.
   -¿Crees que el hombre viene del mono?
   -Creo en la evolución. En la evolución ciega de la naturaleza.
   -¿En la evolución hacia qué?
   -He dicho en la evolución ciega". 



Editorial Planeta 
imagen: www.planetadelibros.com 

Recuerdos de lecturas: Chesterton; el padre Brown

   Estas no son reseñas de libros, sino recuerdos de lecturas. Han sido escritos en mesas de bares, sin un soporte electrónico enfrente ni una biblioteca cercana. Cualquier corrección, comentario o sugerencia serán bien considerados.

   Leo los escritos sobre arte de Freud, leo a Conan Doyle, vuelvo al Menocchio de Ginzburg, pero pienso, mientras estudio a los maestros y teóricos del método indiciario, en Chesterton, en el único escritor de policiales que se atrevió a jugar en el campo de la lógica pura con la volatilidad de lo irracional.
   Surgieron de ese juego los cuentos que tienen como protagonista al padre Brown, los que están contenidos en “El candor del Padre Brown”, “La sagacidad del Padre Brown”, “La incredulidad del Padre Brown”, “El secreto del Padre Brown” y “El escándalo del padre Brown”.
   Este personaje resuelve los casos que se le presentan, en parte, con algo muy parecido a lo que hoy conocemos con la presuntuosa denominación de “inteligencia emocional”. O sea: sus certeras y lógicas conclusiones son producto de sus experiencias de vida tanto como de su claridad intelectual. Además, la genialidad de Chesterton logra hacer creíble que un sacerdote trate a lo sobrenatural con la razón; casi con el desprecio de un ateo, diría.
   Para finalizar, les dejo una sentencia del relato “Cruz azul”, que contiene la clave de toda la saga. Dice esto: “En suma, la vida posee cierto elemento de coincidencia fantástica que la gente acostumbrada a tener en cuenta sólo lo prosaico nunca percibe. Como lo expresa muy bien la paradoja de Poe, la prudencia debería contar siempre con lo imprevisto”.


Antología de editorial Longseller
imagen. www.longseller.com.ar